La palabra aguantar viene del italiano agguantare y su significado es reprimir, resistir peso de algo o de alguien.

Pasan los años y la costumbre de aguantar parece fortalecerse, estamos tan familiarizados con aguantar que el no hacerlo nos posiciona en un escenario tan incómodo que nos resulta más sencillo ceder y callar.

Históricamente el ser humano ha forjado su identidad disociando “bueno” y “malo” de acuerdo a creencias, religión, o estereotipos sociales y/o culturales, factores que acotan las posibilidades de elegir lo que está bien o mal de acuerdo a cada individuo.

Enseñamos que la obediencia es un valor y no advertimos que ejercerla es semillero de personas carentes de criterio y propensas a vivir con miedo a tomar decisiones.

Esa obediencia naturaliza un matrimonio infeliz, parejas abusivas, violencia de género, familias disfuncionales, gobernantes que desfalcan a toda una nación, trabajos que no se disfrutan y jefes tiranos. Aceptamos roles sociales preestablecidos y entonces existen madres culpables de trabajar y padres señalados por cuidar a los hijos.

Esa inercia a etiquetar de acuerdo a lo que cada uno considera bueno o malo es un ejercicio que convierte a los tiranos en héroes y a las víctimas en monstruos, entonces aplaudimos a quienes dominan como si la supuesta superioridad autodenominada fuese un acto heroico y a la par nos conglomeramos en plazas para clamar por la paz social, igualdad, libertad!. Es paradójico que seamos víctimas de nuestras elecciones.

Nos jactamos de ser seres progresistas sin embargo vestimos a las niñas de rosa…

… y nos espantamos cuando un niño elige jugar con una muñeca pues su elección dista del estereotipo social ya que todos los pertenecientes a una categoría tienen un rasgo concreto; el blanco está más cercano a la belleza, la belleza a la honestidad y entonces quienes no son tan blancos o bellos están estigmatizados por ser propenso a delinquir lo que se denomina portación de rostro, es decir, por tener una cara que suscite sospechas acerca de su comportamiento como ciudadano.

¡Somos la cultura del aguante!

Permitimos abusos todos los días y cometemos abusos todos los días cuando callamos ante el acoso, cuando un jefe limita el crecimiento profesional de sus subordinados, cuando tomamos el asiento reservado, cuando estacionamos en lugares para discapacitados, cuando tiramos basura por la calle… todos los días tenemos la oportunidad de hacer las cosas bien pero no lo hacemos.

Y es que justificamos nuestros “pequeños actos erróneos” repitiendo que también aguantamos injusticia o desigualdad y de esta forma lo que hacemos se convierte en un acto de justicia y no un abuso, al final de eso se trata la cultura del aguante.

¿Y si dejamos de aguantar?

Entonces el divorcio será un acto responsable, amar será un derecho, trabajar un placer, ser libre significará salir a la calle sin miedo, ser jefe será equivalente a ser un líder, crecer dependerá netamente del esfuerzo, la riqueza devendrá del trabajo responsable, gobernar será un compromiso que honre… el miedo será un mito y la felicidad un obligación.

Para dejar de aguantar hay que dejar de obligar, principalmente a nosotros mismos. He aquí el primer gran paso a la libertad en todos sus sentidos.

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Paola Nadine Cortés Calzada es especialista en temas migratorios. Es licenciada en derecho y maestra en derecho migratorio. Su experiencia incluye la subdirección de departamento en el Instituto Nacional de Migración, y una subdirección de regulación migratoria a nivel nacional. Actualmente colabora en el área de movilidad internacional de la empresa Globant, en Argentina… y además es columnista nuestra 🙂